Imagínate que tu sueño profesional es trabajar en Nueva York, y que tu jefe entra un día en tu despacho y te dice:
-Estamos muy satisfechos con tu trabajo. Sabemos que Nueva York te atrae y queremos que dirijas la oficina que abrimos en Manhattan. Gestionarás un proyecto estratégico para la empresa durante 4 años y contarás con un equipo de 15 personas. La oficina tiene vistas a Central Park. Queremos que te sientas bien. Vivirás al norte de la isla, en Greenwich, donde están los expatriados de grandes compañías. Es una casa grande, rodeada de bosque y con acceso a una playa privada. Podrás elegir entre los mejores colegios para tus hijos. Nosotros nos encargamos de todo lo relacionado con la mudanza. Queremos facilitarte el traslado.
-¿Y dónde está el "pero"?
-Tienes que estar allí en dos semanas. ¿Podrías delegar todas tus responsabilidades a alguien de tu equipo en este plazo?
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Si tu respuesta es "Sí, por supuesto". Entonces, la pregunta que te lanzo es: ¿Y por qué no has delegado ya tus responsabilidades a alguien de tu equipo?
Mi intuición es que no delegamos ni compartimos toda la información porque tenemos miedo a que alguien menos cualificado -y con un salario inferior, ¡ojo!- acabe realizando nuestras tareas suficientemente bien y ponga nuestro puesto de trabajo en el filo de la navaja...
La escasa transferencia de conocimiento es una de las enfermedades más graves de los modelos de organización muy jerárquicos y diseñados en torno a áreas funcionales (finanzas, operaciones, comercial, marketing...). Y esto no es sostenible en una sociedad que va a en otra dirección y a otro ritmo. No sé mi me explico...
Piénsalo mientras escuchas New York, New York (Ryan Adams):